Microrrelatos


...lo que cuenta.


Dejando tras de sí esculpidos mármoles que evocan cultos idealizados a dioses muertos del pasado y tras comprobar (sin dejar lugar para la duda) que la atención de aquel que guarda la entrada ha sido distraída por los requerimientos de algún visitante ilustre, ella se escurre insospechada hacia el interior del castillo. 

En el gran salón el agua gorgotea desde los extremos elevados, y escurre desde tupidos helechos colgantes y la ubérrima ñamera central. Yaiza se parapeta tras hileras de un millar de colores y fragancias. Avanza y rectifica, indómita, para no ser descubierta. Y, de pronto, un temor ancestral la recorre al descubrir las cercanas y tramposas mandíbulas de la venus verde. Pero ello no ha de detenerla. 

Al llegar por fin a la suntuosa saleta de porcelana (donde la fragilidad impone mesura) un objeto capta inmediatamente su atención. Se acerca embelesada y lo acaricia con la pequeña palma de su joven mano, anticipando con regocijo sonrisas y muestras de afecto de un futuro próximo. 

Entonces es descubierta.

-Yaiza, cariño... ¿has encontrado ya el regalo para la abuela?


¡Despierta!

Despierta. La luz se cuela a través de los resquicios de sus persianas blancas y crea barrotes sobre la pared oscura. Hay un día, así como sin duda hubo una noche. Y la noche fue larga y extenuante. Y dejó toda clase de residuos.

Siente su cuerpo plomizo mientras se tambalea hacia el centro neurálgico de un hogar vacío. Se deja caer sobre el sofá y trata de engullir una amargura constante y parasitaria. No logra fijar la atención en escenarios ideales, reconstrucciones interesadas o el trajín de la rutina. Escenas mortificantes encadenan a la miseria. Añora inútilmente tiempos que no volverán. Y lo que un día fue una imagen inmaculada. Y la confianza traicionada de un regazo cálido que acogía sin reservas. Sentencias lanzadas entre suspiros dolientes; ruegos de superación. Cuando trata de asimilar la inmensa pérdida, descubre un vacío tedioso e interminable. Se aferra finalmente al suspiro. La esperanza le permite moverse aún en la parálisis. El dolor llena el vacío. Despierta. La esperanza flaquea. Los días pasan. Las noches son largas. El corazón se malgasta. La obsesión persiste. La locura acecha.

Donde reina el amor sobran las leyes (Platón)

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